martes, 17 de mayo de 2011

MAQUILLAJE DE SEPHORA

En mi maletín tengo varios productos de maquillaje de Sephora y me encantan. Tanto los productos de maquillaje y color como los pinceles son de muy buena calidad y están genial de precio. De mis productos de maquillaje favoritos de Sephora, quiero destacar el polvo bronceador mate, un iluminador bronce que me encanta y las bases; tienen una oferta muy variada en cuanto a texturas y tonos. Y las paletas de sombras y las lacas de uñas son una pasada. Te animo a que te acerques a tu tienda más cercana y eches un vistazo.

¡Acaba con las puntas abiertas!

Sin duda, uno de los grandes enemigos de un pelo bonito son las puntas abiertas: provocan un aspecto encrespado, desaliñado... ¡e impiden que el pelo crezca porque se va rompiendo! En esta época, es muy aconsejable sanear el cabello en profundidad antes de que las agresiones veraniegas (sol, cloro, sal, viento, etc.) te lo dejen hecho un estropajo, ¿no crees?
Repasemos algunas claves para mantener tu pelo sin puntas abiertas:

Cortar. Aunque las veas bien, no dejes de cortar unos centímetros las puntas del cabello antes del verano, ¡crecerá con más fuerza!

Cuidar. No basta con mimar tu pelo; si puedes, evita todo aquello que lo pueda dañar, como secadores y planchas demasiado enérgicas, tener el pelo muy expuesto al sol (mejor cubrirlo con una gorra o un pañuelo), cepillarlo con excesivo brío, etc.


Hidratar y nutrir. Utiliza productos hidratantes y acondicionadores adecuados para tu tipo de pelo. Si puedes, aplícate mascarillas capilares una vez por semana.

La firma Gliss de Schwarzkopf tiene unos productos específicos geniales para combatir las puntas abiertas. Para cabellos lisos, te recomiendo el Bálsamo Alisador (100 ml: 5,95€), que ayuda a cerrar la cutícula del cabello con una fórmula que incorpora extractos de bambú y esencia de orquídea; mientras que para un pelo rizado es mejor usar la Crema definidora sin aclarado (150 ml: 7,49€), que se aplica de medios a puntas e incorpora aceite de nuez de albaricoque y polímeros catiónicos, que recubren las escamas abiertas del cabello.


Un ensayo apunta la reaparición de la grasa al año de la liposucción

Eran los años 70 y la noticia corría como la pólvora entre la comunidad médica y, como no, entre las mujeres. Por fin nacía una técnica capaz de cumplir con el sueño de cualquier cirujano plástico y de millones de féminas preocupadas por su aspecto físico. Un procedimiento que permitía eliminar las insidiosas y antiestéticas acumulaciones de tejido adiposo localizado (celulitis) sin tener que recurrir a la cirugía realizada hasta entonces, que dejaba grandes cicatrices. Las revistas difundieron hasta la saciedad la llegada de la nueva 'cirugía milagrosa' : la liposucción. Se trata de aspirar, por medio de una cánula, la grasa que se acumula en zonas determinadas, como los muslos. Para ello se practica una pequeña incisión de seis a diez milímetros. En las áreas tratadas se introduce una solución salina con anestésico local, con el fin de eliminar el dolor, y vasoconstrictores para evitar hemorragias.
Ahora, la liposucción vuelve a ser protagonista del papel cuché a raíz de una nueva investigación (la primera que se realiza con un grupo control) que constata que al año de ponerse en manos del cirujano, la grasa vuelve. "Continúa reducida en la zona tratada, pero se acumula más en otras zonas del cuerpo", determina el trabajo. En otras palabras: "Con la liposucción, el vientre encuentra lo que los muslos pierden", tal y como ha titulado el rotativo 'The New York Times' en el artículo que recoge los datos del nuevo estudio.
Publicado en la revista 'Obesity', el ensayo ha sido llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Colorado (EEUU). Desde la introducción de este procedimiento en la década de los setenta a hoy, las cosas han cambiado mucho: ahora, buena parte de las lipectomías, como también se la conoce, se realiza con anestesia regional o local y sedación, la tecnología ha contribuido a que el método sea más eficaz y seguro, el tiempo de recuperación es más corto y la cicatrización ha dejado de ser un problema. Y es una de las cirugías estéticas más demandadas. España es el primer país europeo en liposucciones y el cuarto del mundo en intervenciones quirúrgicas con fines estéticos.
Robert Eckel, autor principal del nuevo ensayo, aclara a ELMUNDO.es sus hallazgos: "Hemos comprobado que la grasa vuelve, pero no reaparece en los muslos, donde llevamos a cabo la intervención, sino que se redistribuye más arriba, sobre todo en la parte superior del abdomen, pero también alrededor de los hombros y en los bíceps".

-El ensayo
El doctor Eckel y su equipo dividieron a las participantes del trabajo (todas sanas, con edades comprendidas entre los 18 y los 50 años y sin sobrepeso) en dos grupos. Mientras que a 14 de ellas se les realizó una lipoescultura, 18 formaron el grupo control. Como compensación a estas últimas, les prometieron que, una vez finalizado el ensayo, podrían optar al tratamiento si lo deseaban y con un menor coste económico (en nuestro país el precio de una liposucción oscila entre los 1.500 y los 9.000 euros).
"Muchos creen que los resultados de la técnica son permanentes. Sin embargo, hemos publicado datos preliminares que muestran lo contrario, y algunos estudios anecdóticos sostienen que los resultados no son para siempre. Una serie de trabajos en animales ha constatado que los depósitos de tejido adiposo se redistribuyen a las semanas del tratamiento, algunos de ellos con efectos metabólicos adversos", reza el estudio.
Emilio José Alagón, jefe de la Unidad de Cirugía Plástica y Reparadora del Hospital Moncloa de Madrid, no discrepa: "Creo que los datos del estudio son ciertos. Cuando la liposucción se practica en cartucheras, en parte interna del muslo, los resultados se mantienen un año e, incluso, más tiempo. Sin embargo, es más difícil conservarlos cuando se lleva a cabo en el abdomen. El metabolismo del cuerpo tiende a restablecer la grasa perdida, sobre todo en las vísceras intraabdominales. Lo importante es que la técnica, que no es para adelgazar, sino para esculpir, mejora el contorno y esto se mantiene".
Jaume Masía, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Estética y Reparadora (SECPRE), reconoce que "el trabajo es interesante, porque es el primero con grupo control, está bien diseñado y las conclusiones finales podrían ser ciertas. Sin embargo, el número de pacientes que participan en él es muy pequeño y, sobre todo, para poder llegar a conclusiones definitivas sería necesario hacer una nueva investigación con más participantes. Sería fundamental que se comparan los resultados de forma individual, en cada una de las mujeres. Es decir, hacer una liposucción en una pierna y en otra no, y ver qué sucede".

-Críticas
Este especialista reconoce que "la liposucción, cuando realmente está indicada, funciona perfectamente. Sobre todo si la persona sigue unos hábitos de vida saludables. Es una técnica que no es adecuada para personas obesas".
César Casado, jefe del servicio de Cirugía Plástica del Hospital La Paz de Madrid, argumenta: "En mis 30 años de experiencia en liposucciones no me he encontrado con ningún caso de redistribución de grasa en el tronco superior, como señala el estudio. Pero, no obstante, si una paciente engorda es porque lleva una mala alimentación".
Uno de los puntos débiles de la investigación lo apunta Luis Felipe Pallardo, jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición de La Paz: "En el trabajo no se pide a las participantes que cambien su estilo de vida, con lo que las posibilidades de aumentar de peso si no se sigue una dieta equilibrada y se hace ejercicio son muchas. Otro aspecto que sí queda reflejado en el estudio es que aunque, disminuyas la grasa, el perfil metabólico no mejora. Con la liposucción se puede reducir la grasa subcutánea pero no la visceral, que es la que realmente es más peligrosa y es la asociada a factores de riesgo de enfermedades cardiovascular".

**Publicado en "EL MUNDO"

Los riesgos de la "infoxicación"

E-mails, redes sociales, el móvil... Recibimos una sobredosis de información que no es fácil procesar. La 'infoxicación' empeora la capacidad analítica, aumenta la ansiedad y conduce a decisiones erróneas
Recuerden cuando el mundo era (un poco) más tranquilo. Solo había un par de canales de televisión. Las cartas postales cuidadosamente manuscritas tardaban días o semanas en ir de una mano a otra. Los periódicos contaban lo que había pasado ayer. Y a los amigos los veíamos de tarde en tarde alrededor de la mesa de algún bar. Ahora, en cambio, vivimos en mitad de una avalancha. El acelerón de la tecnología ha provocado que la información nos bombardeé a discreción, sin piedad y en todas direcciones, y que el contacto con el prójimo se haga constante e instantáneo gracias al teléfono móvil, el e-mail y las redes sociales. Si antes mirábamos el mundo a través de la ventana, ahora miles de ventanas que se abren simultáneas y meten el mundo en nuestro ordenador. Esta nueva forma de existencia, hiperconectada e instantánea, tiene sus ventajas, claro está, pero también sus desventajas. El estrés, la ansiedad informativa, la confusión, la superficialidad o la falta de atención son algunos de ellos. "Infoxicación" lo llama el físico Alfons Cornellá, fundador de la consultora sobre nuevas tendencias Infonomía, un neologismo que mezcla la información y la intoxicación. Se produce cuando la información recibida es mucho mayor que la que somos capaces de procesar, con consecuencias negativas.

"En el momento en que aun no has acabado de digerir algo, ya te está llegando otra cosa", dice Cornellá, "la entrada constante de información, en un mundo always on (siempre encendido), te lleva a no tratar ninguna información en profundidad. Cuando la información es demasiada todo es lectura interruptus. El fenómeno se desboca cuando todos pasamos a ser productores de información, y cuando los instrumentos para producirla son mejores que los instrumentos para organizarla y buscarla. Todos sabemos usar un procesador de texto, pero pocos saben buscar información de calidad con criterio". En efecto, hoy día la actividad es frenética: "Se calcula que entre el nacimiento de la escritura y el año 2003 se crearon cinco exaby­tes (billones de megabytes de información). Pues bien, esa cantidad de información se crea ahora cada dos días", informa el especialista en redes David de Ugarte. "La posibilidad de emitir información codificada se ha ido democratizando: primero como escritura, luego como imagen, etcétera. Piensa cuánta gente podía escribir un texto a principios del siglo XIX, o cuanta hacer una foto a principios del XX... Y compáralo con hoy".
Una información que, además, salta de un lugar a otro como pulgas en una sábana: en España se envían 563 millones de correos al día, según la consultora Contactlab, y cada español recibe, de media, unos 23 correos diarios que debe gestionar (en algunos casos llegan a cientos), y que ahora, además de en el ordenador, también recibimos en nuestros smart­phones (teléfonos inteligentes). Y eso sin contar lo que se cuela a través de redes sociales como Facebook y Twitter. Según la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), el 37% de los españoles se conecta entre 10 y 30 horas semanales. El 9% lo hace más de sesenta horas. Cada vez pasamos más tiempo en este mundo de los unos y ceros y menos en el de la carne y los huesos: "Las horas dedicadas diariamente al uso de aparatos electrónicos prácticamente se ha duplicado desde 1987, mientas que la interacción cara a cara caía desde unas seis horas a poco más de dos", según explica José Antonio Redondo en su libro sobre redes sociales Socialnets (Península).
Y todo esto cansa a la mente. El psicólogo David Lewis creó el concepto de Síndrome de Fatiga Informativa, en su informe Dying for information? (¿Muriendo por la información?) elaborado para la agencia Reuters. Se da en personas que tienen que lidiar con toneladas de información procedente de libros, periódicos, faxes, correos electrónicos, etcétera, y que, según Lewis, provoca la parálisis de la capacidad analítica, ansiedad y dudas, y conduce a malas decisiones y conclusiones erróneas. Dos tercios de los 1.300 profesionales entrevistados por Reuters achacaron al estrés producido por manejar altos flujos de información daños en sus relaciones personales, baja satisfacción laboral y tensión con sus colegas. "El exceso es más perjudicial que provechoso", opina Jorge Franganillo, profesor de Información y Documentación de la Universidad de Barcelona.
"Durante siglos hemos asociado más información a más libertad. Sin embargo, hoy día, no por tener más donde elegir tenemos más libertad ni estamos más satisfechos. La información es imprescindible en la vida moderna, pero en exceso es asfixiante y resulta difícil de procesar. Al final, más es menos". Nos puede incluso hacer menos productivos, como observó el psicólogo británico Amir Khaki, de AK Consulting, estudiando el comportamiento de un grupo de ejecutivos: la consulta continua de la BlackBerry aumenta el estrés y reduce la productividad. Uno de los sujetos del estudio tardaba el triple de tiempo en rellenar impresos comunes por la constante distracción de su teléfono inteligente. "La presión que provoca la sobrecarga informativa retrasa decisiones importantes o hace que se tomen medidas sin la suficiente reflexión. Y causa también una fricción informativa que dispersa la atención y aumenta la fatiga. La energía física e intelectual que consumimos para obtener la información correcta se desperdicia si no hacemos algo útil con ella", dice Franganillo. Y, por mucho tiempo que invirtamos, siempre tenemos la impresión de que se nos está escapando algo. "Esta sobreabundancia hace que pocos elementos de entre todo ese mar resalten y queden fijados a nuestra memoria, que hoy se encuentra medio perdida al no poder atar datos con situaciones y lugares concretos.Muchas cosas pasan desapercibidas, miradas sin ser vista", dice Roberto Balaguer, psicólogo especialista en Internet.

-Superficialidad
La superficialidad es otra de las posibles consecuencias del maremagno actual, como señala el autor Nicholas Carr en su libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus), de reciente aparición. Carr, licenciado en Literatura, advirtió que su capacidad de concentración en la lectura de textos largos era cada vez menor. La causa: su actividad multitarea, atento a la vez a la web, el Twitter, el teléfono, el Skype, el Facebook... "Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa", declaró en una entrevista a Bárbara Celis en EL PAÍS. "La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan". Por supuesto, Carr cerró sus perfiles en las redes sociales.
No todos son tan pesimistas. "Mi hijo juega mucho al Call of Duty (un frenético videojuego bélico). Puedo pensar que está perdiendo el tiempo, o incluso que está enganchado, o pensar que se está preparando para un nuevo mundo donde los estímulos serán mayores, y la información más cambiante. El mundo que viene probablemente sea más parecido a Call of Duty que a Guerra y paz", opina Xabier Carbonell, profesor de Psicología en la Universidad Ramón Llull. "No creo que sea un problema, sino cuestión de aprendizaje. Fíjate, mi madre me decía '¿cómo puedes estudiar con la radio puesta?'. Y compáralo con todo lo que hay ahora... La tecnología está produciendo un cambio cognitivo importante". Cada vez somos más multitarea y esto es irreversible. "Son las habilidades que, por otro lado, cada vez valora más el mercado laboral: empleados que tengan esa habilidad de gestionar en contextos de saturación de información", coincide Fernando Garrido, del Observatorio para la Cibersociedad. ¿Cómo gestionar esta cantidad ingente de información? La respuesta es obvia: tomándonoslo con calma. Desconectándonos un rato: apagar el ordenador, la televisión, silenciar el teléfono.
Ahondar en el trato humano y pausado. Adoptar un hobby alejado de los gadgets tecnológicos. Salir a la calle. "Algunos médicos han indicado las siestas como una manera de contrarrestar la neblina digital de la sobreinformación", sugiere Balaguer. "No dedicarse a leer y contestar el correo en cualquier momento, sino solo a determinadas horas de la jornada laboral, de manera que sea una parte de tu agenda y no te interrumpa constantemente", recomienda Redondo. Y eligiendo solo lo provechoso. "La avalancha de información que se puede gestionar mejor si establecemos prioridades. Hemos de tener claro qué temas nos interesan, centrar la atención en pocas áreas y procurar que sean lo bastante concretas. No se puede pretender estar al día de muchos temas o de temas demasiado amplios: ya en 1550 el teólogo Juan Calvino se quejaba de que había tantos libros que ni siquiera tenía tiempo de leer los títulos", dice Franganillo. Como apunta Cornellá: "Hay que escoger muy bien las fuentes de información. Dedicar parte del mejor tiempo del día a la información de calidad. Cuanta más de esta manejas, más capaz eres de discriminar que lo que tienes delante es pura basura. La buena información, la relevante, desinfoxica".

**Reportaje de SALUD( EL PAIS)

Nuevo estudio sobre la claustrofobia

A los ascensores, a los túneles, al metro, a las habitaciones pequeñas... Los claustrofóbicos tienen miedo, pánico, a todos estos lugares, más bien a quedarse atrapados en ellos y... no poder respirar. ¿Porqué? Emory Stella Lourenco y Matthew Longo, de la Universidad Londres (Reino Unido), han dado con una de las causas de este tipo de fobia.
Al parecer, todos nos movemos en una burbuja de protección llamada 'espacio cercano', más comúnmente conocido como 'espacio personal'. Pero esta burbuja no es del mismo tamaño para todas las personas. Aquéllas que proyectan su espacio personal mucho más allá de sus cuerpos son más propensas a experimentar miedo claustrofóbico, según un nuevo estudio. Publicado en la revista 'Cognition' , es uno de los primeros en centrarse en los mecanismos de percepción del miedo claustrofóbico.
En él han participado 35 estudiantes con una media de edad de entre 18 y 33 años. Los investigadores les sometieron a pruebas para determinar su perpeción del espacio así como a un cuestionario sobre claustrofobia con el fin de poder diagnosticar o no la patología.
En declaraciones a ELMUNDO.es, Matthew Longo reconoce: "Hemos encontrado que las personas con más niveles de claustrofobia tienen un exagerado sentido del espacio que les rodea. En este momento, no sabemos aún si es la distorsión en la percepción espacial la que lleva al miedo, o viceversa. Ambas situaciones son probables".
Todo el mundo experimenta miedo claustrofóbico, en cierta medida, pero hay una amplia gama de diferencias en el grado entre los individuos. Cerca de un 4% sufren esta fobia, que se clasifica dentro de las fobias específicas (pánico a algo concreto) de forma grave, lo que puede provocar ataques de pánico cuando entran en un ascensor o se quedan atrapados en un habitación.
"Si aumentamos nuestra comprensión sobre los factores que contribuyen a la claustrofobia, tal vez podamos ayudar a los médicos a desarrollar terapias más eficaces contra este tipo de miedo que puede ser muy debilitante," afirman investigadores.
La claustrofobia se asocia a menudo con una experiencia pasada traumática, como quedarse atrapado en un túnel durante un largo periodo de tiempo. "Sin embargo, sabemos que algunas personas que experimentan estos sucesos en espacios reducidos no desarrollan claustrofobia", recuerdan los científicos británicos.
"Este hecho nos llevó a preguntarnos si otros factores podían estar implicados. Nuestros resultados muestran una clara relación entre el miedo claustrofóbico y los aspectos básicos de la percepción espacial. Las pruebas neuronales y de comportamiento muestran que tratamos de forma distinta el espacio que se alcanza con la mano que el que está más lejos. Se trata del sentido de adaptación para ser más conscientes de las cosas que están más cerca del cuerpo, tanto con fines utilitarios como defensivos", insiste el doctor Longo.
Ahora, los científicos están analizando cómo la gama de diferencias individuales en la percepción espacial se relaciona con el miedo. "Sabemos que los sujetos con más niveles de claustrofobia subestiman las distancias horizontales y sobreestiman las verticales", agrega.

**Publicado en "EL MUNDO"

La reconstrucción del suelo pélvico no tiene edad

A sus 88 años, Matilde Bardón ha recuperado "la comodidad". Ella -"una señora de León"- no habla de útero, recto o vejiga, pero dice gráficamente que "tenía todo caído lo de abajo". "Me costaba caminar, estaba muy incómoda, he pasado así 10 años". Se refiere Bardón a lo que médicamente se llama desprendimiento del suelo pélvico, un proceso que consiste en que los músculos que sujetan la parte más baja del paquete abdominal se debilitan, y el aparato urinario, el genital y el final del digestivo se descuelgan.

En España no hay un registro de operaciones, pero "seguramente Matilde sea una de las pacientes de más edad, si no la mayor, que se somete a esta operación", dice el urólogo Juan Ruiz de Burgos, de la clínica USP San Camilo, que intervino a la mujer el pasado 12 de marzo. No es la única octogenaria que ha pasado por la consulta de este médico. "También hemos operado a otra de 82 años, una monjita que no podía ni bajar a la capilla", dice.
Aunque no hay registros sobre afectadas, el médico recuerda que solo en lo que respecta a la pérdida de orina (una de las manifestaciones más frecuentes de este problema), aproximadamente entre el 15% y el 30% de las mujeres mayores lo sufren, un porcentaje que aumenta al 50% entre las que están en residencias.
La intervención consiste en sujetar los órganos internos de la región pélvica (vejiga, útero, recto) mediante unas mallas biocompatibles "parecidas a las que se usan para las hernias" que se fijan a los ligamentos. "Es como si se tensaran los vientos de una tienda de campaña", explica gráficamente el médico. "Las de la parte delantera recolocan la vejiga urinaria, y las de la parte posterior el recto. En medio queda la vagina", añade.
Puede hacer falta el proceso completo, o solo una parte. En el caso de Bardón el prolapso (la caída) era completo. Pero al menos ella, por cómo había quedado colocada la vejiga, no tenía pérdidas de orina. "Como la tenía caída el problema era el contrario: acumulaba la orina y le costaba expulsarla. Tenía lo que se denomina un cuadro obstructivo. El resultado era que iba con un bulto entre las piernas que menguaba mucho su calidad de vida. Tanto que lo que nos decía era que estaba tan incómoda que se quería morir", cuenta el médico.
Y no son solo molestias. "Las mujeres sufren por su imagen, las relaciones sexuales se resienten", afirma.
"Lo que queremos con estas técnicas es llamar la atención para que las mujeres sepan que hay alternativas que cada vez son más seguras y menos incómodas", afirma el urólogo. Eso no quiere decir, aclara, que haya que operar a la primera. "Hay otras opciones, empezando por los ejercicios para reforzar el suelo pélvico, pero en el momento en que los tratamientos más conservadores no dan resultado, lo mejor es operar", sostiene.
El avance en las cirugías mínimamente invasivas -con lo que implican de menos tiempo en quirófano y de una recuperación mejor- es lo que ha permitido que esta técnica se extienda a cada vez más mujeres. "Se utiliza anestesia epidural, y en un día las mujeres pueden estar en su casa", afirma. En el caso de Matilde el postoperatorio fue un poco más largo. "Pasé cuatro días en el hospital, pero me fui a casa como nueva", dice la paciente.
"En verdad, si descontamos que ingresó un día antes para el preoperatorio, y que se fue al mediodía, estuvo poco más de 48 horas ingresada después de la operación", matiza el médico. "Hay que tener en cuenta además que con su edad tuvimos especial cuidado", añade. Como prueba de que la intervención no es complicada, da un dato: "La mañana que operamos a Matilde hicimos seis operaciones. Claro que no estaba solo. Colaboró con nosotros el ginecólogo Francesc Pla i Claver, del hospital Vall d'Hebron de Barcelona. Solo en esta clínica realizamos unas cien intervenciones al año", dice.
En lo que médico y paciente están de acuerdo es en la causa del prolapso. "Me casé muy jovencita, y tuve mi primer hijo con 20 años. Como entonces el parto era con comadrona, tardé dos días con sus dos noches en dar a luz", cuenta la mujer. "Mi siguiente hijo nació al año siguiente, y ya no pude tener más porque no me quedé bien", cuenta.
"Esta es una causa típica de este proceso", confirma el médico: "Mujeres que tienen partos vaginales traumáticos y con niños muy grandes". Además, son un factor de riesgo "los oficios ocupacionales, los trabajos en los que hay que estar mucho tiempo de pie o agachada, como el de la huerta de la monja que comenté antes", dice. El médico comenta otra de las ventajas de la operación. "La mujer no necesita ni someterse a revisiones. Como el material es biocompatible se integra en el organismo". Ella no puede ocultar su satisfacción. "Si hubiera quien me quitara la artrosis igual que me han quitado lo otro, no podría pedir más".


**Publicado en "EL PAIS"

Buscar en Mon Caprice

 

はじけるハートの足跡ブログパーツ

[PR]面白ツイート集めました